La aceptación es el ejercicio más fácil pero que más personas catean. Es algo que está presente a diario en tu vida. Algo que te hace engrandecerte, evolucionar, madurar, crecer, ser, y en definitiva: amar.
¡Ámate! "El amor es la decisión de luchar por un espacio de libertad para que alguien decida lo que más le apetezca aunque no sea lo que a mí me conviene".
Yo vivo permanentemente en la aceptación, me encanta, deseo que suceda nuevamente con otra lección, dispuesto a conocerme, más aun si cabe y a vivir la experiencia.
Para mí, la aceptación tiene dos fases para tomar conciencia:
1) Aceptar que la aceptación va a estar presente en tu vida como el “espejo” de cada mañana al lavarnos la cara
2) Experimentar, sin negación ni rechazo, que un hecho es un hecho y confrontarte a él
Una vez superes esas dos fases, es tu momento: elige qué hacer.
La fase 1) aparece a muy temprana edad en tu vida terrenal; y la 2) está latente en tu alma hasta después de muerto, ya que de lo no aceptado te volverás a examinar.
Cuando digo que aparece en la vida a temprana edad, me refiero a que los “brotes” empiezan desde muy pequeñito. Con simples lecciones como: debo aceptar que mis padres no puedan comprarme juguetes cada vez que salimos a pasear por el centro; sigue cuando con 16 años empiezas a pandillear y debes aceptar volver a casa el sábado por la noche a la hora que te digan tus padres; continua con etapas de amistades, emocionales, sentimentales, profesionales, etc. hasta llegar a aceptar tu propia muerte.
La mayoría de las personas son muchas veces todas las cosas que señalan a los otros; y no sólo las malas, sino también las buenas. Qué bueno sería que se hicieran cargo de que yo soy las cosas que el otro ve en mí, y también las cosas que yo digo de los demás. Conocerse es adueñarse de todas estas cosas que cada uno de nosotros es en mayor o menor medida.
Ahora bien, debemos saber todas esas cosas no sólo estáticamente, sino también para después construir con ellas lo que sigue, que es aceptarse. Aceptarse no quiere decir resignarse, dar algo por hecho y dejarlo en ese lugar, sino tomar conciencia del punto de partida de las cosas. ¿Cómo puede una persona curarse si primeramente no acepta que está enferma? Aceptarse es perder la urgencia y el enojo porque las cosas son como son. Aceptarse es no enojarse con la realidad. Si me enojo, no construyo. Quien está enojado está irritado. Es decir, la persona enojada está tensa y contesta destempladamente; y, además, esa "basurilla en el ojo" le impide ver con claridad.
Por tanto, la persona que acepta está en condiciones de hacer lo necesario para empezar a cambiar. Paradójicamente, aceptar es poder empezar a cambiar; y no aceptar es quedarse con la idea de que, aunque algo no puede ser, tampoco hay por dónde empezar a cambiar. Quien de verdad quiere crecer y desarrollarse, debe aceptar la realidad tal como es.
El agua forma ¾ partes de nuestro cuerpo físico, por tanto necesitamos tomar agua y somos mucha agua. Bien. Agua es igual a H2O. Es decir, dos Haches + una O. O lo que es lo mismo, Honestidad y Humildad + Osadía. Aceptarse es H2O.
Honestidad: las cosas son como son, dejar de mentirte y engañarte, y de engañar a los otros. Debes enfrentarte con la verdad.
Humildad: si quieres crecer, vas a tener que agregar humildad a tu vida, saber que tienes tus capacidades y tus discapacidades, saber que tienes lados flacos, que tienes que poder pedir ayuda y aceptar que te equivocas, debes aceptar humildemente que necesitas de los otros.
Osadía: hay que tener el coraje de confrontarse con lo que la vida te enfrente, la valentía de no salir corriendo, de no dejar la tarea difícil en manos de otros. Debes aprender a hacerte cargo de tu vida.
Esta agua así formada (humildad, honestidad y osadía) es lo que cada uno necesita para conocerse, saberse y aceptarse tal como es. Dice la Biblia dos cosas que suelen ser tomadas como contradictorias. En un lugar, la Biblia dice "sólo se ama aquello que se conoce". En otro lugar, la Biblia dice "sólo se conoce aquello que se ama". Yo apostillo que son la misma cosa: conocer.
Verdaderamente termina haciendose amar lo que se conoce; y amar verdaderamente hace que se conozca lo amado. Por tanto, habrá que dejar de tener miedo, porque el camino de conocerse y de aceptarse llevará a la persona a valorarse, a tener ciertas cuotas de sano amor propio, un amor desde el cual saldrá el amor por los demás.
Alguien puede pensar que estoy haciendo apología de la mezquindad, del individualismo y de la egolatría. Como terapeuta sé que mi amor por los demás se puede nutrir solamente del amor que yo he aprendido a tener por mí. Pensar que alguien que se quiera a sí mismo no puede querer a los demás es pensar que nuestro amor tiene una cuota limitada, es creer que, si uno tiene dos hijos, no puede tener tres porque deberá restar amor a los dos primeros para dárselo al tercero. Todos sabemos que eso no es verdad. Nuestra capacidad de amar es infinita.
Por lo tanto, hay espacio para quererse, cuidar y ocuparse de uno. Sólo queriéndote podrás saber que eres protagonista de tu vida, te guste o no. Cuando te enteres de ello podrás aceptar que, además, tienes una importante participación en el guión de esa película. Cada uno es corresponsable de todo lo que le pasa. Quiero decir que, si bien es cierto que no se es el único responsable, siempre hay un pedacito de responsabilidad, aunque el porcentaje varíe; y hace falta que esto se asuma porque, si es así, también se asumirá que se es cómplice de lo que sucede, y, por tanto, nos daremos cuenta no sólo de la responsabilidad que tenemos, sino también del poder que ejercemos sobre nuestra propia vida, y no sobre la de los demás. Dejemos que cada uno sea responsable de lo que hace y de lo que dice, y también de lo que no hace ni dice. Hagamos que cada uno sea dueño de sus sentimientos.
Ahora bien, aviso que nadie llega a la felicidad en soledad. Nadie llega a ser feliz sin haber podido compartir algo con otro. Es muy poco probable ser feliz si nunca se ha tenido un compañero o una compañera de ruta, un guía a ratos, un maestro alumno, un yo paralelo. De todos modos, también debo aclarar que nadie pertenece a nadie. No me gustan las relaciones de pertenencia; me parecen mejor las relaciones de compañía –una gran palabra, además, puesto que "compañero" significa etimológicamente "el que comparte el pan"–.
No me gusta que me carguen con responsabilidades que no me correspondan. Siempre digo que hay que tener cuidado con esa gente que se acerca y nos dice lo que más nos gusta oír, como por ejemplo: "¡Me haces tan feliz!". Si el otro –sabiendo que es mentira– responde para devolver la misma moneda algo parecido a "tú a mí también", no se dará cuenta de la trampa en la que estará cayendo en ese preciso momento.
Yo conozco gente así. Se cruzan a diario en “mis” pasillos. Viven en el engaño multidireccional. Se creen ungidos de divinidad y poderío, y en el fondo son gente mezquina, mediocre, cobarde, cotilla, codiciosa, envidiosa, acomplejada, farisea, traidora, limitada, “encu/orvada”, tildada, miedosa, inútil, dependiente, aborregada, sectaria, rancia, aislada “en comandita” (como los lobos, si no fueran en grupo no sobrevivirían)… y así hasta… hasta que se refleja en sus caras y cuerpos. Son hasta feos y feas, nada atractivos, y más bien, propensos a enfermar muy a menudo. Ya lo dije en anteriores post: la enfermedad son lecciones que te niegas a aprender y asuntos que rehuyes, sobre todo de ti mismo.
Toda la historia de la humanidad está plagada de ejemplos de seres humanos que no han permitido a otros seres humanos ser ellos mismos, por ser diferentes a la mayoría o por tener otras preferencias, o por reclamar sus derechos, han tenido que ocultarse o padecer persecución; en todos los casos esos que son diferentes al resto son pocos, son minorías y por tanto no pueden tener el poder para defenderse de los ataques de la mayoría que no acepta que haya gente diferente a ellos, que piensen de otra manera o que tengan otras creencias. Pregúntale a dictadores, a la iglesias del mundo, a cortijeros jerezanos, a …
Muchos de los que han pretendido ser ellos mismos han sido asesinados, perseguidos, encarcelados, castigados, avergonzados o discriminados. Uno de los que recuerdo ahora es Sócrates, que fue perseguido, encarcelado y asesinado por causa de sus enseñanzas. Sócrates es uno de los ejemplos más contundentes de lo que puede suceder a un ser humano que se anima a ser el mismo.
Sócrates sentenciaba: “Si te conoces te vuelves poderoso”. El poder está dentro de ti.
Ya sabemos que le envenenaron porque, según le juzgaron, corrompía a los menores diciéndoles que sean ellos mismos, que se conozcan en profundidad y que se animen a ser aquello que sientan ser. El dato muy significativo para mí en la vida de Sócrates es que cuando el juez tuvo que comunicarle la decisión judicial de que sería envenenado se encontró cara a cara con él, y pudo ver algo en Sócrates que le hizo dudar de la decisión, incluso tuvo una actitud de querer revertir esa decisión de matarle. Ese juez estaba viendo a un hombre sincero, inocente, sencillo y hasta infantil, no había cometido ningún delito ni había hecho daño a nadie jamás, y esa fue la causa que hizo apelar a Sócrates ante el tribunal.
Sócrates pregunto: ¿Qué crimen he cometido?
Evidentemente no había cometido ningún crimen, no había ningún cargo justo en su contra y aun así lo condenaban a muerte, entonces el juez se acerco al oído de Sócrates y le dijo: tu crimen es que eres una persona natural, pero esto no puedo decirlo en público porque, si no pueden perdonarte a ti tampoco me perdonaran a mí, nos matarán a los dos. Tú eres la prueba de que los hombres pueden ser inocentes, sinceros, inteligentes, vitales, felices, que se puede ser uno mismo, pero no es justo que mueras, por lo que te voy a dar tres alternativas:
la primera seria que te marchases de Atenas, fuera de Atenas las leyes no podrán condenarte, incluso fuera de Atenas podrías abrir la escuela que anhelas abrir para enseñar a la gente a ser ella misma, todos los que te aman y te siguen se irían contigo a donde fueses. A lo que Sócrates le contesto: Esto sería una cobardía. Además, tarde o temprano tendré que morirme, prefiero hacerlo en el mismo sitio en donde nací, pero no estoy dispuesto a huir. Ya he vivido bastante y no temo a la muerte, además las futuras generaciones de jóvenes me recordarían como un cobarde que huyo de Atenas por miedo a la muerte. Por tanto lo siento, pero no me marchare de Atenas, gracias por la opción que me dá.
¿Cuál es la segunda opción? El juez le dijo, la segunda opción es que dejes de enseñar lo que enseñas, podrías quedarte en Atenas y no huir, pero tendrías que comprometerte a no hablar más de tu verdad, tendrías que dejar de hablarle a la gente sobre su necesidad de ser sinceros y auténticos. Sócrates dijo: esta opción es más imposible que la anterior, me lo pones más difícil, me estás pidiendo que deje de hacer lo que siento, y eso es imposible, me estás pidiendo que haga algo que va en contra de mi Ser, ¿Cómo voy a actuar en contra de mi mismo? ¿Qué sentido puede tener mi vida si no puedo florecer con todo mi potencial? Y añadió Sócrates: cuando la flor florece su fragancia llega a todos aquellos que puedan olerla, continuaré hablando de mi verdad y provocando a la gente para que sea natural y no sean hipócritas.
El juez se lamentó mucho y le dio la tercera opción, le dijo: entonces acepta el veneno, acepta la condena porque la mayoría dice que tu sola presencia es corrosiva y que corrompe a la juventud. Sócrates respondió: Esta opción si la acepto, no hay ningún problema con que haga esto, aceptaré el veneno con gusto, he vivido en la gloria absoluta y me moriré con una causa digna, siendo yo mismo. Moriré in crecendo.
Hay otra mentira muy extendida que consiste en pensar que queremos que la persona cambie por su bien. Se suele expresar de esta manera: "Él es tan maravilloso que, si cambiara estos dos o tres detalles, sería perfecto. Y yo quiero ayudarle a que sea perfecto". Sin embargo, no funciona, y casi resulta más económico buscar a otra persona que ya haya cambiado. Y sobre todo, somos incapaces de vernos a nosotros mismos en esa situación.
- Si algún@s aceptaran…
- Si algún@s aceptaran que no tienen la preparación profesional “justa y cabal” (como decimos en mi pueblo), tendrían la honradez, humildad y osadía de renunciar al cargo que otra les brindó y que ell@s nunca ganaron por sí.
- Si algún@s aceptaran que no saben integrarse en el pueblo y la sociedad que les ha tocado vivir, tendrían la honradez, humildad y osadía de dar paso a un@ paisan@ que sí es de la tierra y que podría integrarlos.
- Si algún@s aceptaran que no saben hablar en público y que lo evitan, tendrían la honradez, humildad y osadía de permitir la palabra a quien le pertenece.
- Si algún@s aceptaran que la ira les abunda, tendrían la honradez, humildad y osadía de dejar de ver espejismos de cólera en los demás y aprenderían a amar.
- Si algún@s aceptaran que el poder reside en quien te lo otorga y no te pertenece, tendrían la honradez, humildad y osadía de minimizar la talla de su ego hasta la -xxxxxs-.
- Si algún@s aceptaran que existe la democracia y libertad de expresión, tendrían la honradez, humildad y osadía de ... bueno, mejor te lo explico con una excelente pintada que una vez ví en el paseo marítimo de Cádiz, decía así: “Si existiera la democracia y la libertad, yo no estaría pintando paredes”.
- Si algún@s aceptaran que las personas inteligentes se rodean de personas más inteligentes que ellas, tendrían la honradez, humildad y osadía de ser más listas aún.
- Si algún@s aceptaran donde “están”, tendrían la honradez, humildad y osadía de ser.
Aceptarse es vivir con la muerte. Además, si sucede que el otro o la otra toman una dirección diferente de la nuestra, o decide que no quiere más nuestra compañía o, por desgracia, fallece antes de que yo pueda aceptarlo, vamos a tener que hacer algo más si queremos ser felices. Vamos a tener que aprender a dejar atrás aquello que no está; no se puede ser feliz cargando la dura mochila de todo aquello que ya no está con nosotros, ni se puede reconquistar la felicidad si seguimos anclados a algo que alguna vez tuvimos y hemos perdido, a alguien que alguna vez fue la persona que más quisimos y que se murió, que nos ha dado todo lo que nos ha dado y que hoy no está con nosotros.
Aceptarse no es tener curva plana de electrocardiograma, sino potenciar los “picos” de la curva de tu vida. No es meta, sino salida.
Yo conozco a 7 personas que se conocen muy bien, que se aceptan…yo entre ellas.
Aceptarse no es conformismo, es saber quien soy, para ser más y seguir siendo TU mismo.
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1 comentario:
fue de una manera un poco dificl con la que aprendi a seguir siendo yo misma, al cambiar el entorno en que el vivia........
creia, suponia que ese entorno era yo misma...y al no tenerlo....dejaba de existir me ahogaba,deje de respirar por segundos...deje de vivir por varios años..y un dia......me di cuenta..que seguia siendo yo..no importa donde estubiera, cual fueran las circunstancias...jamas habia dejado de serlo.....
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