05 julio 2011
DIOS SIEMPRE ESTÁ
Era un día lluvioso y gris, y el frío calaba los huesos. De pronto me encontré a una niña con el vestido roto, muerta de hambre, sola y tirititando de frío.
Entonces, me encolercicé y le reclamé a Dios:
¿Cómo puedes Señor, habiendo tanta gente en la riqueza, permitas que esta niña sufra hambre y frío? ¿Cómo es posible que siendo Dios, te quedes tan tranquilo, indiferente ante tanta injusticia… sin hacer nada?
Después de un largo silencio oí una voz, era Dios que me decía desde mi interior: ¡Pues claro que he hecho algo! ¡Te he hecho a ti!
(Anthony de Mello)
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