Escribir para trascender. Para tensar la cuerda...
La escritura nos aleja de la monotonía de lo cotidiano y nos sumerge en universos de fantasía. Nos permite ser nosotros mismos y explayar lo que sentimos, por eso, demos rienda suelta a lo que somos y a lo que tenemos. No debemos detener la creatividad y guardarla en un frasco hasta que se marchite. Ella espera, siempre latente, a ser desvelada.
En un decir de cosas ajenas me encuentro a veces hablando, de cualquier tema, en cualquier lugar. Sin saber porqué, cuestiono batallones de palabras vacías de sentido. En el vaivén de las horas, sin el sostén del tiempo, lo hago seguido.
Pensativo estoy, en un rincón, en aquellas horas en que el sol amaina. Con la mirada perdida en un horizonte abstracto, sin senderos, cabalgando voy sobre un fantasma de viento. Llanuras mágicas, inalcanzables, del pensamiento.
Ensimismado estoy en lo que siento: AMAR.
¿Me perderé algún día entre las horas del sueño? no, no lo creo.
Solo, si por un instante no volviera a ser quien soy, o creo ser, me debatiría entre la angustia tácita de pertenecer o parecer tener. Lo que en realidad no tengo, podré tener; lo que en realidad no soy, nunca seré.
Lo irreversible me lo dice: “Que detrás de la careta incongruente de mi estrecho mundo, siempre estaré.”
Podré hilvanar, con el hilo invisible de la sabiduría, la extensa cadena de ideas universales, pero nunca develaré su sentido eterno.
Aquí sigo, sentado, moviéndome al compás de mis dedos en el perímetro de un teclado. Veo a través de una ventana la extensión del cielo... que no de la tierra.
Por unos segundos, mi mente queda en blanco, deviene el vacío de un renglón tachado. Las palabras rebotan contra un portón cerrado, no doy paso a lo que viene, estoy fatigado. Pero la sensación no es amarga, la de un cansancio agrio, sino, la de una mente en bucle batallando y reposando... amando.
Pasan las horas en un trance obnubilado y las persianas de mis ojos declinan. Acaba de empezar el día y todo se oscurece, pero no es en vano, en un sueño profundo estoy soñando.
Me imagino que soy un viejo filósofo, atrapado entre la duda y la certeza. Sentado sobre una piedra, en la antigua civilización... Mis discípulos atentos, casi con la boca abierta, escuchan las palabras que brotan del misterio.
Una atmósfera de rabia y malogrado entendimiento, sacude a aquellos jóvenes... Se miran unos a otros buscando consuelo, como si el saber descansara en sus rostros ajenos.
-Un joven levanta la mano, preguntando serio: ¿Cómo se hace para alcanzar el cielo?
*No existe un lugar más allá del tiempo, en donde dejar huellas, si no hay terreno. Solo tus actos te harán eterno, mientras cultives la humildad podrás hacerlo, cultivando tu propio terreno... sin ego, sin apego...
-El discípulo exclamó: Pero yo soy cobarde en mis actos y débil con mi pensamiento...por eso a veces no encuentro consuelo, si pudiera decir que soy un fuerte guerrero...
*Eso no importa, es lo de menos. Lo que tu corazón dicte debes creerlo, ir por el justo camino aunque se haga estrecho... ama, sin saber quien tienes frente a ti...
-Sé que es difícil, gran maestro, pero si tu lo dices debe ser cierto...
*Confía plenamente en tus sentimientos, siéntate y reflexiona, cuando dudes de ellos... encuentra, no busques, encuentra...
*La sabiduría universal no está en los cuentos, ni en la copa de los árboles, ni en un río corriendo, ni latente en el canto de las aves que persiguen al viento. Solo en ti, en tu ser, descansa el conocimiento, de lo que has sido y de lo que has hecho. No esperes en vano, un vestigio externo, ahonda en la espesura de tu ser concreto... no te apoyes en nadie, no mendigues la relación... ama, sin pedir amor a cambio, sé feliz sin la aprobación del otro...
-Y si no encuentro una respuesta, ¿como sopesaré el misterio?
*No te preocupes por ello. Si no encuentras el camino y te hallas incierto, la marea llevará tu canoa a algún puerto… designios de Dios y tu Destino “al pairo”. Debes dejar que corra el momento y fluir como el agua que no detiene el tiempo... las cosas grandes las decide el Divino, solo debes aguardar el momento perfecto. Decidir lo Grande no es tomar una decisión, sino saber encontrar el momento donde eso va a fluir, no es una cuestión de acción, sino de tiempo. Insisto: no busques, encuentra!
El discípulo asintió con la cabeza, bajó la mirada y se quedó en silencio. Los demás, a su alrededor, se desvanecieron cual granos de arena arrojados al cielo. Una nube de polvo dorado, inmensa, hermosa, mágica... cubrió el terreno.
Parpadeé por unos instantes, volviendo en sí, de regreso a la realidad. Mis manos, aun inertes, comenzaban a abrirse cobrando vida y el resto de los miembros se desperezaban al unísono. Y aquí estaba, de nuevo, vigente en mis convicciones y deseos. Una realidad más vivida en mi sueño.
En la fantasía latente de haber pertenecido a otra época, se confundían los roles de un hombre cotidiano con los de un pensador nato. Entonces, me encontraba hablando, de cualquier cosa, en cualquier lugar, con cualquiera, en el vaivén de las horas...con palabras ajenas... ¿lo mismo que en vigilia?
Danza la vida... Danza la muerte... Pero tú, en tu Centro...
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